No necesitas mirarme. Ya me sabes.
¡¡Y vaya que ya te sé!! El tipo tocó su lira incansablemente, bajó al inframundo a buscar a su amada que había muerto hacía un tiempo, hizo llorar a los tormentos por primera y única vez, luchó contra incontables demonios [propios y de ella], fantasmas recurrentes, peleó contra el mismísimo Hades en persona, todo por su mujer, pues estaba convencido de que el amor siempre gana al final. Emprendió el viaje a la superficie sin soltar su mano, mirando siempre al frente, resistió, aguardó impávido, respiró, reposó y retomó el camino hacia esa luz prometida y tan bien conocida por él, sin mirarla, sin soltarla.
Seguía convencido de que el mito podía cambiarse, lleno de un rebosante optimismo que le empujaba a creer, a sentir que sí se podía. Pero por más que aprietes una mano, si esta busca soltarse, eventualmente lo hará. No es que llegaron al sol y ahí decidió mirarla y “se desvaneció en el aire, y ahora para siempre…“, no. Es que en algún momento, al voltear, Eurídice ya no estaba, por lo que Orfeo pensó: “Oh! ¿Y mi mujer? Debe estar llorando por ahí, pensando que no podemos salir juntos de esto, iré a animarla para seguir nuestro camino…“. Volvió por ella, y la encontró de luna de miel con algún Ángel Caído o uno de esos perversos Sátiros para colmo conocido y reincidente en su historia. Este último y Eurídice se creyeron en la gloria misma y vivieron un ‘felices para siempre‘ que duró como 1,500 horas. A pesar de amarla, huyó despavorido en medio de las tinieblas, tropezando y levántandose a cada momento [como siempre].
En fin, ahora todos siguen en la oscuridad del submundo, buscando una salida hacia la luz: Orfeo toca con su lira desafinada mientras mira un puntito luminoso allá a lo lejos y sabe bien de qué se trata, pues estuvo ahí debajo anteriormente y recuerda vagamente esos lugares. Eurídice sigue jurando que verá la luz del sol algún día [triste, mas nunca arrepentida, firme respecto a las decisiones que tomó] y la verdad que allá ella con sus demonios. ¿Y en cuanto al Sátiro? Bueno, esta historia es de Orfeo, la suya que la cuente otro.
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