La amante más fiel es la Esperanza, que nos suele engañar y no nos deja.
Regresando a casa luego de darle dos vueltas al Centro Olímpico [¡a 4:50!] me percato de la joven señora caminando en sentido contrario al mío en la acera opuesta. Parece cristiana protestante, la falda bajo la rodilla, el moño diminuto. Parece venir de la Universidad Evangélica, parece preocupada. Camina absorta mirando hacia abajo, las manos al frente, un aire de ausencia ante el mundo que la rodea.
Cruzo la calle en su dirección, presa de una intriga inesperada, y mientras más me acerco más se hacen visibles las arrugas en su frente, el rictus que tiende a molestia, esa lejana impresión de enojo o desesperación. Noto también que hay un objeto entre sus manos, algo con lo que sus dedos juegan y que capta su completa atención. Mi vista entremetida alcanza a ver ese algo, y es maravilloso, es mágico, es casi que increíble… Es un Cubo de Rubik.
Ahí yace la esperanza.