Oscar Iván contra La Montaña

But that’s how it goes with runners: through pain we find serenity.

The Terrible and Wonderful Reasons Why I Run Long DistancesThe Oatmeal

El fin de semana largo del día del trabajador subí al Pico Duarte, y antes de contar mi odisea hay una sola cosa que resaltar: logré cada uno de los objetivos que me fijé para este viaje

  • Menos de 4 horas a Agüita Fría ✅
  • Menos de 5 horas a Compartición ✅
  • La Ciénaga –  Cima –  Compartición el mismo día ✅

Ahora el cómo:

La travesía fluyó sin percances más o menos hasta El Cruce, e incluso a Agüita Fría llegué con algo de holgura respecto a mi meta: 14 km en 3h51m. De ahí en adelante todo fue caos, sufrimiento, lágrimas, sudor, frustración, dolor y, lo más importante, un inmenso orgullo propio.

Los únicos eventos puntuales que vale la pena resaltar: (1) en Agüita Fría no vi agua, y ya venía seco desde hacía más de un kilómetro, me salvó una mandarina que me supo a gloria, me supo a batida de cuerno de unicornio, a leche materna de la misma Atenas; (2) contrario a lo que muchos creíamos, desde Agüita Fría hasta Compartición (4.2 km) NO ES UN TRAYECTO MONÓTONAMENTE BAJANDO, hay pendientes endemoniadas que te sacan el alma, y este hecho tuvo el agravante de que me programé mentalmente para un tramo de 4 km suaves luego de la tortura de los 14 previos; (3) el tramo de los 2 km justo antes del Valle de Lilís lo diseñó Satanás mismo, a solicitud de mi ex novia para castigarme por todo el dolor que le causé, algo inhumano que debería estar prohibido.

Ahora a filosofar un poco: llegar a Compartición 2 MINUTOS antes de mi meta de 5 horas no cumplió del todo con mis expectativas, pero igual fue un hito reconfortante, satisfactorio y un logro del que me sentí bastante orgulloso. De ahí en adelante, el trayecto hasta la cima (luego de descansar exactamente 25 minutos) estuvo lleno de sensaciones, emociones y pensamientos que desbordaron mi ser en varias ocasiones. De más está decir que mi cuerpo estaba trabajando al límite, cada fibra de cada uno de mis músculos gritando que me detuviese y regresase a la comodidad de Compartición, que agarrase un mulo o que me tirase a un lado del camino a esperar el roce de la brisa de la muerte enamorada. Solo la mente y VARIAS paradas (más de 40 en total) me mantuvieron de pie y avanzando MUY lentamente. 

En ocasiones la música me transportó a un universo psicodélico en el que me perdía y no sabía qué hacía allí, hacia dónde me dirigía y anulaba las terminaciones nerviosas que perciben el dolor, el cansancio y la agonía. Pero por momentos la desazón pesaba más y sentía que no llegaría, alcanzando en un punto mi quiebre total, llegando al llanto, producto de la frustración. Mi cuerpo, “una máquina” (¡je!) entrenada, descansada, alimentada e hidratada había sido doblegado por La Montaña y no encontraba la forma de hacerlo recapacitar.

Soy una persona muy cuantitativa por naturaleza, y mi cerebro un hervidero de cálculos: altura, tiempo, distancia, pace, hora de salida, hora actual, lo que decían los letreros vs lo que decía mi reloj, 50 metros, pausa, 500 metros, pausa más larga (sentado), cuántos snacks me quedan, cuánta agua… todas esas variables, aproximaciones y proyecciones rebotando en mi cavidad craneal, todo con el fin de poner un pie delante del otro hasta alcanzar la cima, sin mucho éxito.

Sentado a un lado del camino a un kilómetro y pico del Valle de Lilís (y faltando unos 250 metros de ascenso) me quebré y me dije que todo fue un error, que no tenía sentido continuar y debía regresar al campamento base. Una chica que venía bajando en mula me preguntó qué me sucedía y de manera automática dije “Todo está perfecto, solo necesito un par de minutos”. A los 4 minutos estaba de vuelta ascendiendo MUY despacio, y al ver la caseta del Valle volví a llorar, pero esta vez de satisfacción y alegría, porque SABÍA que lo lograría, que ese kilómetro y pico faltante lo hacía aunque me recogiesen pálido, deshidratado y desnutrido al lado del busto de Duarte. 

Al ver al patricio a unos 50 metros me invadió una euforia que pocas veces he experimentado. Soy un individuo muy poco patriótico, y aún menos religioso, pero al ver ese busto, esa bandera y esa cruz mi totalidad se estremeció y lloré como si La Patria y El Cristianismo formasen parte fundamental de mí. Grité a todo pulmón para sacar de mí esas casi 8 horas de auto-flagelación y martirio, hice las fotos de lugar y me senté 15 minutos a saborear esa merecida victoria, tiritando de frío y llorando en silencio. La bajada estuvo matizada por la ausencia de agua y snacks, pero ya nada importaba, había vencido a La Montaña, luego de creer que no lo lograría. Mientras más grande el dolor, más grande la absolución. Y este dolor fue TERRIBLE, PERSISTENTE E INMENSO:

Una experiencia que JAMÁS olvidaré y que hará de mí una mejor persona. Gracias a Miguel, Diego, Elvin y Andy de DM Adventures por la impecable organización, a todo el grupo por la excelente compañía (en especial a Franciris, siempre tan diligente) y a los guías y demás colaboradores por las atenciones y hacer esto posible. La Montaña y yo nos volveremos a ver en octubre, de momento estoy arriba 1-0.

Nuzz

One thought on “Oscar Iván contra La Montaña

  1. ¡Qué aventura y qué desafío! No me imagino la agonía, pero cuan satisfactorio es vencerse a sí mismo. ¡Felicitaciones!

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