Hoy [otra vez, otra vez] me pongo manos a la obra, como si de un trance se tratase. Mis dedos que recorren el teclado con cansino afán de ser escuchados plasman esa agonía en cada pixel que se proyecta en la pantalla. Hoy me resigno a resignarme, intuyo que no es posible y en defensa impropia hago un enroque inusitado. Hoy es el comienzo de otra carrera interminable, que disfruto porque sí, pues no me queda de otra, porque puedo. Hoy olvidaré la lluvia que inundó esos otros ‘hoy’ ya idos, miraré ese sol escurrirse por la ventana y me diré mil veces que no es el final, que no existe final, que mis errores son parte de mi pasado y se amalgaman con mi logros en el ahora y en el mañana.
Hoy [a pesar de] desharé la horrible pesadilla que acecha allí en la almohada, asustaré al inmenso fantasma que se esconde sin querer y sin saberlo, nadaré incesantemente en esos mares de ilusión y sueños, borraré con mis dedos aquellos tres signos ocultos a la vista de todos, dejaré de lado mis pretensiones y tus culpas, dormiré tranquilo cuando llegue el momento, moriré algún día a su debido tiempo. Hoy soy el mismo que he sido toda la vida, puedo cambiar si quiero, y ser quien quiera mañana. Hoy también es mi día, no hay otro.