Fin de ‘El Asedio’.

Anoche terminé la novela histórica de Arturo Pérez-Reverte, El Asedio, encontrando infinidad de citas dignas de ser publicadas aquí:

Lo peor es la imaginación, concluye caminando de nuevo, y el miedo que extiende por el organismo como un tumor maligno.

El taxidermista está convencido de que la Humanidad va de amo en amo, compuesta de infelices que creen ser libres actuando contra sus inclinaciones; incapaces de asumir que la única libertad es individual y consiste en dejarse llevar por las fuerzas que a uno lo dominan.

… Como un rey que, en el tablero, viera desaparecer las piezas que hasta ahora le proporcionaban la posibilidad de un enroque seguro. Y sin embargo, esas cosas llevan tiempo. Establecer seguridades requiere su procedimiento cuidadoso. Su método. Y el peor enemigo de todo son las prisas.

Una de las cuestiones que se planteó en los útlimos tiempos es de qué modo el rostro de un individuo puede relacionarse con su carácter e intenciones.

Sin las incómodas palabras, que tanto atan y a tanto comprometen.

-Usted vino muy joven de la Habana, ¿verdad?
-Decir que vine es exagerar. Me fui, más bien… Venir es volver de allí con unos miles de reales, un criado negro, un loro y cajones de cigarros.

Todo en torno es rumor de conversaciones, parla de señoras, risas y griterío contenido de niños bien educados. El festejo sigue su curso, ajeno a lo inexorable: a la realidad del mundo que se desmorona afuera…

… De todas formas, una cosa es hablar de probabilidades y otra de certidumbres. La distancia entre ambas es grande. Y arriesgada, si la salva la imaginación y no el procedimiento.

Él cree, porque está científicamente demostrado, que entre algunos seres vivos, o entre ellos y la Naturaleza, se establecen lazos que la razón no alcanza a justificar.

O puede -lo más probable, por lo que cree saber de ella- que duerma ajena a todo, indiferente; soñando con aquello, sea lo que sea, que ocupe el sueño de las mujeres dormidas.

Dedujo que el azar no existe […] Desafiando el engañoso hijo bastardo de la ignorancia.

… El cuerpecito tibio y dormido que en otro tiempo estrechó entre sus brazos. El olor a fiebre suave, a sueño. A la carne menuda y cálida de la niña pequeña a la que ya nunca podrá recordar tal como era.

Nuzz

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