Lejos de casa.

ADVERTENCIA: Este es el post más largo de la historia en Katharsis, pero el 83% de las palabras lo valen.

Oh oh I’ll wake up in a thousand years/
With every ghost I’m looking through…

Boy – Ra Ra Riot

Se suponía que el sábado saldríamos temprano, tipo 9 ó 10 de la mañana. Terminamos saliendo a las 2:15 de la tarde, sin un plan bien definido, sin linternas ni repelente, sin baterías en la cámara, ni alcohol suficiente. Sólo buena música, comida justa, casa de campaña de dudoso estado, vagas instrucciones de cómo llegar a Bahía de las Águilas y ese cosquilleo pre-aventura-sin-desenlace-previsible.

Cogimos carretera con la esperanza de comprar el repelente de insectos y baterías para la cámara más adelante. San Cristóbal y Baní sin exabruptos, la discusión-medición-percepción de la afamada recta de Azua, que si 12 Km, que si 26, que si eso era una curva, “Define curva“, “Tú siempre quieres saber todo!!!” y un largo etcétera.

Ya en Azua vino el primer contacto con las peripecias del viaje: goma pichada, en medio del pueblo, el solazo en sus buenas. Manos a la obra: A poner la repuesta. Saquen gato hidráulico, calzo y llave de ruedas; compren cerveza, flojen tuercas, suban el gato, cambien goma, bajen el gato… ¿Qué está pasando? No se supone que baje tanto. Segundo contacto: repuesta sin aire, el tiempo sin uso en el baúl causa estragos. “Motoconcho, ¿dónde hay un gomero?” “Lleva esas dos gomas a tapar, trae la primera que esté lista“. RD$200 pa’l gomero y RD$150 al motoconcho. No había cerveza en el sitio.

Desde Azua hasta Barahona el panorama es como sigue: Cambrón, duna, duna, cambrón, río seco, duna, cambrón, cambrón, río seco, duna, cambrón. El patrón se repite por unos 80 km que parecen 1,200. No hay poblados, ni cruces, ni fauna visible, ni gente, ni nada. Sólo una autopista desolada, algún vehículo ocasional y uno que otro campesino caminando desde algún lugar desconocido hasta dios sabrá dónde con un fajo de alguna cosecha trabajada con esfuerzo descomunal en tan inhóspita tierra.

En Barahona vimos poco más que dos o tres semáforos en la obligada avenida Duarte, muchos motores [¿Cómo no?] y paramos a echar combustible  para recorrer los 100 y poco km  restantes hasta Pedernales. El viaje dio un giro abrupto al salir de Santa Cruz de Barahona. Primero recorrimos un largo trayecto paralelo a la costa, entre muchas montañas y varios pueblitos con 15 ó 20 casas. Infinidad de chequeos policiales inoperantes, en busca de tráfico de drogas, armas, inmigrantes haitianos ilegales o los 50 pesos para la cena. Varias paradas para hacer [¿tomar? ¿tirar? ¿sacar?] fotos, al menos dos instantes de sentirme en un sueño inacabable.

Entrando a la provincia Pedernales paramos a comprar pilas para la cámara, las cuales resultaron inútiles por el tiempo que llevaban colgando en el colmadito de Oviedo, Los Cocos o Manuel Golla o Goya [los hay ambos]. El sol empezaba a ponerse cuando paramos en el parque eólico de Juancho, que consta de 22 turbinas generadoras de energía eléctrica, y según con quien hables es el primer, segundo o tercer proyecto de este tipo en RD. Allí pude captar aquella épica risa de Felvic, inmortalizada para la posteridad a todo color, subida a Facebook, etiquetada y comentada.

Entramos a Pedernales capital con la noche a cuestas y rodamos hasta el malecón, donde sonaba la correspondiente bachata y se veían todas y cada una de las estrellas posibles, combinación sumamente romántica. Procedimos a localizar habitación en hoteles  media estrella y resultó estar todo, absolutamente todo, ocupado. La recepcionista de La Marea nos refirió donde ‘Doña Victoria’, que suele alquilar habitaciones de su casa a turistas: “Doblen ahí a la izquierda y en la tercera casa a la izquierda (verde, de dos pisos) pregunten por ella.

Sale Don Bartolo, el esposo, a inspeccionar las apariencias de los potenciales huéspedes, nos aprueba con un vistazo [imagino que buscaba tatuajes, aretes, cortes de pelo llamativos, dientes de oro…]. Habilitan una habitación para los tres y nos cobran lo esperado.  Ahí nos dimos cuenta de que se nos quedó la colcha con la que se supone nos abrigaríamos al acampar. La imaginé en mi sofá, toda verde y dobladita. La señora nos comenta orgullosamente que su pueblo no tiene nada que envidiar a Bávaro, Punta Cana o Samaná. Enfatiza que ir a Pedernales sin ir a Bahía y al Hoyo de Pelempito es como no ir. Cuando el don empieza a contarnos de sus hijos que viven en Santo Domingo [y tengo yo la responsabilidad de asentir con la cabeza y preguntar algo ocasionalmente, porque si dejo a Felvic nos echan a los 10 minutos], la señora nota el cansacio en mis ojos y se lo lleva casi arrastrado por un brazo.

Repusimos fuerzas hasta las 11 y pico y salimos a dar una vuelta por el pueblo. Llegamos al parque: encontramos 3 ó 4 grupos, uno de ellos voluntarios gringos o europeos. Cero discoteca, cero blinblineo, nada parecido a un Nagua o Hato Mayor. Allí nos surgieron las dudas: ¿Qué está pasando en este pueblo? ¿Dónde están todos? Respuesta Wikipédica:

Superficie Puesto 7.º
 • Total 2,074.53 km²
Población (2002) Puesto 32.º
 • Total 21,207 hab.
 • Densidad 10,2 hab/km²

21,207 habitantes, de los cuales 13 mil viven en el municipio cabecera. Eso explica todo. No nos quedó más que ir a dormir para levantarnos temprano [JA!] al día siguiente y alcanzar nuestro destino último: Bahía. Acordamos estar en pie a las 9, lo que en horario del coro quiere decir que nos levantamos a las 11:30. Entre duchas, vueltas, despedidas y compras nos dieron la 1. Más gasolina y rueda que rueda 26 km, de los cuales hay 7 tormentosos en un no-todo terreno como es el 307.

Llegamos a la Cueva de los Pescadores – Cabo Rojo, precios de los viajes en bote hasta la Bahía como tal, indagaciones, deliberaciones, regateo, la cuestión del camping, las iguanas, el viaje. Nos dijeron que en Bahía de las Águilas está prohibido acampar, que unos 3 km más allá, en playa Sasó [o Sasú, o Sasón…] está permitido, que paguemos extra. Ante la notificación de que se puede caminar hasta allá, empezamos el recorrido. Un camino endiabladamente lleno de cadillos, los bultos con la comida, ropa, la casa de campaña, el agua potable y la silla plegable redujeron nuestros esfuerzos a unos paupérrimos 1,200 ó 1,300 metros.

Contemplábamos la posibilidad de que en cualquier momento apareciese un guardabosque y nos expulsara del área, pero cuando dieron las 7 de la noche [y tras una espectacular sesión de fotos del atardecer] descartamos casi por completo esa eventualidad. Luego de acumular leña para la fogata correspondiente, nuestros temores reaparecieron al escuchar el sonido de un motor fuera de borda. ¿Sería el temido guardabosque? ¿Un asaltante furtivo? ¿Un bote con tres hermosas mujeres buscando refugio? Las expectativas pasaron rápidamente de ‘c’ a ‘b’, se mantuvieron ahí por unos eternos 3 minutos y terminaron en la primera opción: El capitán[?] del bote que nos llevó junto a un señor entrado en edad con una escopeta el hombro gritando: RECOJAN!! RECOJAN!! USTEDES NO SABEN QUE AQUÍ NO SE PUEDE ACAMPAR?! RECOJAN!!

La hora y media que nos tomó armar la casa de campaña se redujo a unos 8 minutos desármandola, empacando cosas a oscuras, riéndonos en complicidad, por el miedo, por el “Te lo dije!” interno. Subimos al bote con un frío extremo, murmurando quejas y lamentos, pensando en qué pasaría luego. A mitad de camino pregunto “¿Alguien vió la llave del carro?” Responde Ulises: “La última vez que la vi estaba en el suelo de la tienda.” Fuck! En medio de las sacudidas post-desarme lo más probable es que haya caído en la arena, perdiéndose para casi siempre. Ya hilvanábamos posibles salidas: Regresar en autobús a Santo Domingo, que nos enviasen la copia de la llave por Caribe Tours, quedarnos a vivir en Pedernales [Médicos, Abogados y gente que sepa MATLAB son siempre bienvenidos en las comunidades rurales].

Al final la llave estaba en la carpa, respiro colectivo. Pedimos todas las disculpas de lugar y nos concentramos en rearmar nuestro refugio. Tiempo récord para el coro: 23 minutos cronometrados. Cenamos como si fuese la última cena, la colcha hizo MUCHA falta en la madrugada, el romo se acabó temprano, las olas no dejaron a Felvic dormir [juraba que el agua entraría en la tienda en cualquier momento. Ulises también lo pensaba, pero durmió más tranquilo.] En algún punto de la conversación se hizo un silencio general que fue roto por un “Señores, si ustedes tienen algo que contarme, este es el momento más indicado…” de Felvic. 

La luna se veía desde donde recostaba mi cabeza, su reflejo en el mar, la puerta de la tienda entreabierta, escena harto repetida en películas, libros y en el imaginario colectivo. Un bote anclado entre el oleaje, justo debajo de esa sonrisa luminosa, sumado a las incontables huellas en la arena me brindaron una paz momentánea y resbaladiza, un estado de tranquilidad nostálgica, un instante de gloria escurridiza, mas inmensamente memorable. El placer de haber vivido en ese ahora y no otro. El valor de las cicatrices acumuladas. El rumor de mi conciencia tranquila.

De ahí en adelante todo fue más acelerado, nos levantamos realmente temprano: tipo 9:00-9:30. Desayunamos, empacamos, partimos. Le salvamos la mañana a unos colombianos quedados en el camino por batería [la mujer más hermosa de toda la travesía estuvo allí]. Paramos a hacer [¿tirar? ¿sacar? ¿tomar?] fotos en varias ocasiones. Charlamos, comimos, reímos hasta el hastío recordando situaciones, gente, frases, canciones. Vivimos como se debe: disfrutando cada momento, sin remordimientos ni lamentos.

I lean against the wind, pretend that I am weightless/
And in this moment I am happy… HAPPY!!!

Wish you were here – Incubus

Nuzz 

3 thoughts on “Lejos de casa.

  1. Gracias a FVK por publicar la entrada en FB.

    Leer esto fue casi como recorrer el camino de vuelta a Bahia (si, ya he ido). Realmente me gustaria tirarme uno de esos trips con ustedes. Algun dia sera 🙂

    BTW. Excelent post as usual.

  2. Pingback: Katharsis » Blog Archive » Medio tiempo.

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