Fui con Carlos a AlCampo, un mall como Plaza Lama de la 27 o el Multicentro La Sirena de Villa Mella. Ví unos patines en 30 euros y me los compré. Cada patín tiene lucecitas en dos de las cuatro ruedas [que según Cuba funcionan con un magneto-no-sé-qué]. Carlos creía que era coro, que no los compraría, pero recuerdo la fiebre que me entró a principios de los 90’s [entre Villa Juana y San Carlos-Lázaro] de patinar todo el día.
En San Carlos éramos como 11 carajitos [Jonathan, Gabi, Eric, Morena, Aneudis, Alfredo (Fredito), Óscar (Carillo), Wellington, Carlos (Carlitín), uno o dos desconocidos esporádicos y yo]. Eran muy buenos tiempos, patinaba desde las 5 de la tarde hasta muy entrada la noche [a veces pasadas las 12].
Después del Liceo Paraguay, la UASD, la CUM, Musicalia y el BC, recordaba esos momentos con melancolía y juraba que compraría unos patines para ir por el Malecón Libre de Roberto a “ciento y pico” oyendo Numb/Encore en mi W810. Siempre lo postergué hasta el infinito: “No hay dinero”, “No hay tiempo”, “Tu ta’ loco” [casi siempre venía de Felvic] o “Estás medio grandecito para esos canes”.
Ya está. Salgo los sábados [Madrid no tiene Malecón, menos Malecón Libre], oyendo No Rain, con bufanda y guantes y voy al parque de la Bombilla, cruzo Princesa, bajo por el carril de ciclismo [por ahí frente a AECI y al Museo de América], llego al Jardín Botánico Alfonso X o XII y le doy par de vueltas. Muchos miran, pensando quizás: “Cómo molan esos patines con lucecitas!!!” o a lo mejor [a lo peor, mejor dicho] diciendo: “Qué ridículo este sudaca, ¿Qué cree, que estamos en los 70’s?“. Nunca lo sabré, mientras tanto, Patino [y lo disfruto].